Lola

Lola. (1981) dirigida por R.W. Fassbinder

En Coburgo, (RFA) hacia el año 1957 y en pleno mandato de Adenauer, se ha superado la posguerra como mejor se ha podido, las distracciones son pocas y la llegada de la televisión se vive como un gran acontecimiento, 1 sólo canal, en B/N y programación de media jornada.

Mientras que al Consejero de Urbanismo, el atildado sr. Von Bohm, tan sólo la contemplación de la carta de ajuste, ya le supone deleite y placer, otros de sus conciudadanos prefieren encontrar deleite y placer en las noches del lupanar; así, Schuker el constructor, incapaz de perder el buen humor; Esslin el rojo, y una encantadora puta, Lola, contribuyen con su esfuerzo y su alegría a dar forma y color al llamado "Milagro alemán".

Este color y esa forma surgen entre las ya cada vez menos grises ruinas de los bombardeos, ya no hay tanta penuria, no hay hambre, ya no hay necesidad de que una mujer trueque sus favores por un paquete de Camel corto, como sucedía en "El matrimonio de María Braun", es el momento del pelotazo, es la ocasión para edificar, no sólo para enriquecer a unos pocos sino a todos, todos se benefician, tambien los pobres, por lo tanto vale la pena hacer la vista gorda y saltarse algunas normas, y todo con la equilibrada aquiescencia del consejero de urbanismo, el responsable, católico y pulcro Von Bohm que entiende que no puede haber reconstrucción sin cierta relajación burocrática, pero el Sr. Bohm ignora la existencia del lupanar propiedad de Schuker.





Lola, todavía no conoce personalmente a Bohm, aunque todos le hablan de él.
No te preocupes por él, Lola, no es para tí, es de esos hombres que besan las manos de las damas, viste trajes caros, toca el violín y le gusta rodearse de detalles refinados. Por supuesto, no se emborracha y jamás pagaría a una puta para irse a la cama con ella. Lola llora, borracha y humillada a Esslin.




Pero la mano de Lola no es una mano que deba avergonzarse de nada y merece ser besada por un caballero, y así es como en una mañana de fiesta popular en honor al ejército alemán, (que tampoco tiene ya nada de qué avergonzarse), ante las autoridades locales, la banda de música y nutrido grupo de asistentes, irrumpe el descapotable rojo de Lola, ésta baja del coche y camina hacia el centro de la plaza. El plano se cierra en su busca y la sigue, lenta y ceremoniosa, la puta llega hasta la plataforma de las autoridades, sube los pocos escalones que le separan del Sr. Bohm, y bellísima, elegante, descarada, le ofrece su mano enguantada a un atónito Bohm, quien la besa sin decir palabra. Lola, satisfecha, da media vuelta entre la sorpresa del público y recorre de nuevo el camino hasta su coche. Una magnífica e impagable secuencia, que por sí sola ya valdría mucho más que el sucio y simple dinero de una entrada,... si no fuera porque toda la pelí es una magnífica e impagable colección de magníficas e impagables secuencias.



Tras la misteriosa puerta roja del putiferio de Lola, hay un lugar reservado para cualquiera que quiera atravesarla, es la Alemania más humana, la que prefiere reir, emborracharse y cantar, en la que ni siquiera hace falta irse a la cama con una puta, sólo sentarse ahí en una mesa y disfrutar, como le dice Schukert, el constructor corrupto a Von Bohm, señalando con sus manos a lo que les rodea, "puedes ser católico, judío o protestante, pero emborráchate y disfruta de la música, de la conversación y de las mujeres..." y pensando "tengo un montón de proyectos que deberías visar..." Conversación que muy habilmente queda tapada de forma irritante con los ruidos, la música y la voz del presentador del espectáculo.




El color i la factura visual

El color, en esta cinta de Fassbinder es el que marca casi en todo momento la puesta en escena y especialmente la fotografía de Schwarzenberger, comprensiblemente influenciado por la corriente posmoderna de los primeros 80, pero no es una casualidad, el posmodernismo en los 80 se alimentó, entre otras muchísimas y ambiguas cosas, del racionalismo arquitectónico de los 50, el mismo que originó los planes urbanísticos de la posguerra y tambien del concepto de vivienda social. Quienes proyectaron esos planes de viviendas a partir de la segunda mitad del siglo XX, (y Alemania es un estupendo ejemplo), cuestionaban a un modernismo que carecía de sentido en un momento en que regían principios científicos y racionales como la eficiencia y la severidad de las formas.




Esta racionalidad fue a finales de los 70 nuevamente cuestionada por arquitectos que reivindicaron, sin abandonar la funcionalidad en el diseño, la ornamentación de esos espacios con la pretensión de dar más bienestar a sus ocupantes con un recurso, el color, en ocasiones producto de sueños febriles o lisérgicos. La irrealidad por medio del color y de la mezcla de estilos perdidos, dando soluciones que buscan la comodidad, la sofisticación y el exceso, acabó contagiando rápidamente a todas las ramas del arte, del diseño y de la estética de principios de los 80 y a las que no son ajenos algunos cineastas tan dispares en formas y estilo como Jarmusch, Wenders o Lynch y por supuesto nuestro querido y oscarizado Pedro.



La misión de la escenografía es crear o recrear espacios, ya sea para el cine, el teatro o el escaparatismo, y eso es arquitectura; el cineasta, el iluminador o el director de fotografía se encargarán más tarde de ampliar esos espacios en nuestra imaginación sin limitarlo al puro encuadre de las cuatro lineas y llevándonos en ocasiones a la ilusión absoluta.

Desde el apartamento de Von Bohm y casa de la madre de Lola, al camerino de ésta, pasando por el vestuario, maquillaje, iluminación, los encuadres,... todo nos conduce a gamas irreales y saturadas en exceso que no indican otra cosa que los deseos de huir de una realidad fría y pesada, tanto de los personajes de "Lola", como del propio Fassbinder, culminando con un Von Bohm bajo la luz roja de los focos, un Von Bohm, admirado y al mismo tiempo, tocado de lleno bajo la linea de flotación de lo más sagrado, de su moral, congelado ante su amada Lola, quien descubre a su vez a Von Bohm desde el escenario,... la catársis, liberación y confesión. El honesto funcionario de firmes convicciones entra con todos los honores en el juego de la corrupción.




"Lola" se mueve de forma magistral entre lo real y lo ficticio; de la especulación, la corrupción, la ciudad, a la Alemania que quiere volver a vivir, a la diversión, el vicio, lo oculto y vergonzante; del hormigón armado a la canción "Pescadores de Capri"; de lo que Von Bohm cree de Lola, a lo que Lola es en realidad; del recuerdo de la mediocridad nazi a la carta de ajuste. Un enorme placer fassbinderiano con mucha fragancia de mito.

Fotografies de 

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